
Una noche, hace mucho mucho tiempo, el niño
Juan me regaló algo sin saberlo. Sin darse cuenta, me regaló sus ojos por un momento (unos ojos tristes de ámbar o miel) y vi algo que había perdido y que era mío. Era yo.
Y al amanecer me encontré, temblando.
Por eso le digo gracias.
Ahora yo le regalo algo a él: una ola que no cesa ni un momento.